Año I - Nº 65
Página de información científica y educativa en geografía
30/04/2011
 

Debate 

“La geografía escolar del siglo XXI debe encarar problemas y actores clave de nuestra sociedad”

Sobre terremotos, tsunamis, geografía y convulsiones menores

Las imágenes televisivas de lo sucedido en Japón estremecen, silencian las palabras. Resultan devastadoras, ya que reiteran y recuerdan un dato que nuestra cosmovisión se empecina en negar. Hasta en una de las sociedades más tecnológicamente avanzadas, ricas y disciplinadas del mundo fuerzas planetarias dejan estructuras firmes cual cartón y centrales nucleares “seguras” en llamas y explotando, ¿qué podría no ocurrir en otras más vulnerables todavía a las fuerzas tectónicas o a los embates del clima?

Perturbadora, inquietante, mediática y tentadora de mandar al olvido en meses, la tragedia japonesa plantea interrogantes claves: ¿ameritan la producción y el consumo incesante establecer once centrales nucleares en una isla superpoblada y altamente sísmica? ¿Podrá explicarse por qué, de ocurrir una tragedia evitable, se permitió por décadas que funcione un polo petroquímico en Dock Sud, a sólo tres mil metros de Plaza de Mayo?

Escrutando cuestiones domésticas, muy notorio resultó al campo geográfico un duro ataque publicado en la página 3 de Clarín del domingo 6 de marzo por Ricardo Roa, su editor general adjunto, contra los nuevos contenidos de Geografía para quinto año de la secundaria bonaerense.

Roa opina que los nuevos contenidos son autoritarios y “geosociológicos” por enfocar procesos como la mercantilización y privatización de la vida social, la minería a cielo abierto, o al modelo sojero desde perspectivas críticas. Y ¿califica? como “geógrafos K” a quienes los formularon, aunque hace ya décadas que trabajan en eso.

Opinar desde la editorial de Clarín influye algo más que hacerlo en la esquina. Lo que expresa Roa sobre la ciencia o disciplina geográfica ignora u omite dos fuertes rupturas epistemológicas. Hacia 1953 surgió una “revolución cuantitativa” o pragmática, con uso de modelos de localización para grandes inversiones, con gran desarrollo actual. Y dos décadas más tarde emergieron corrientes críticas: a la acientificidad de los paradigmas disciplinares previos, y sus evidentes subordinaciones funcionales a que los poderes de Estado y del gran capital modelasen sin debate territorios y conciencias sobre ellos.

¿Le parece ajeno a su realidad cotidiana o contextual, y por ende extraño a un temario real de la Geografía argentina, abordar cuestiones como la (no)vivienda, la vinculación mediante empresas (vía redes sociales) más que cara a cara, la disminución de espacios verdes públicos mientras crecen shopping centers y barrios cercados; la apropiación de aguas potables por grandes productores mineros o agrarios, o la pulverización de montañas?

Sorprende aún más la convulsión del Grupo Clarín ante esta iniciativa cuando hace casi dos décadas que factura sin cesar con “la globalización”. Forzando leyes para expandir sus negocios, pero también vendiendo incontables libros de texto y fascículos sobre una noción tan glamorosa (asociada a los malls, las cadenas hoteleras, el Mc King, los yuppies) como disciplinadora (aceptar ajustes, privatizaciones, al puro consumo, el “no hay alternativa”). Clarín saturó a tono con la media internacional esta noción fantasma, tan útil para filmar collages de época como eficaz para velar y oscurecer al por quién de tanto cambio.

¿Qué energía latente le detonó el temblor a Clarín? Quizás Roa perciba que esta reforma curricular, al proponer análisis de casos y de actores concretos en lugares y tiempo específicos, desafía por primera vez y seriamente a que jóvenes y adultos dejen sus jueguitos y otros espejitos posmodernos y debatan, comprendan y construyan sus ideas, valores y análisis propios sobre procesos actuales y actores reales.

No recuerdo a Clarín cuestionar la geografía escolar enseñando por décadas “cuestiones de límites”, clásico tema para alumnos de 5° año que trataba las disputas territoriales con países vecinos (entendiéndolos “enemigos”) por parcelas como las islas Picton, Lennox y Nueva (¿conoció a alguien que haya estado allí?), por las cuales miles de conscriptos estuvieron al borde de la guerra con Chile en el verano de 1978. Para Clarín/Roa, que hijos nuestros estuviesen a punto de morir por peñascos no mereció mayor objeción.

Es más: que aquella “geografía escolar” y su “patriotismo doctrinario” hayan sido tan eficaces para enceguecer a la sociedad (y a sus Fuerzas Armadas) sobre el despojo de soberanía que se produjo vía entregas de Aerolíneas, YPF, cuencas petroleras y pesqueras, entre otros recursos estratégicos… quizás a Roa le resulte un aliciente para mantenerla con alguna cosmética.

Limitar la reproducción de discursos ficticios y doctrinas largamente instaladas, clave del hacer científico, suele generar sismos: ya lo sufrieron Copérnico, G. Bruno, Galileo.

Con todos sus aspectos perfectibles, bienvenido sea que la Provincia de Buenos Aires incorpore al temario de la geografía escolar problemas y actores clave de nuestra sociedad en nuestro siglo XXI. Y que estimule a debatir y a pensar nuestras geografías actuales y reales y, por ende, a la(s) deseada(s).

Gabriel Videla
Secretario Académico
Departamento de Geografía
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Buenos Aires





PD: El autor de estas líneas aclara que su opinión es estrictamente personal y no representa la posición institucional del Departamento de Geografía de la UBA.


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